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¡Por fin empieza la floración!

Por fin la primavera llega después de un duro invierno. Las inflorescencias, que en breve darán vida a los racimos, parecen garantizar una fertilidad positiva.

La primera variedad en florecer es el Chardonnay.

En esta época, aún más que en otras, el control constante de la viña es un imperativo absoluto, el enólogo comprueba incesantemente el estado de salud de la vid.

Afortunadamente en nuestros viñedos, la vid goza de un buen estado fitosanitario. Estamos en la fase decisiva, estrechamente vinculada con el rendimiento futuro de la viña, en los brotes de la vid podemos reconocer las inflorescencias de la panícula, similares a pequeñas esferas verdes, llamadas inflorescencias. En cada una de ellas hay una gran cantidad de bocetos florales, a partir de los cuales se desarrollan las flores individuales.

La flor, inicialmente cubierta por una capa protectora desprende al comienzo de la floración y expone los pistilos y estambres. Justo aquí tendrá lugar la fecundación.

Es curioso saber que la vid que se cultiva en Europa es hermafrodita, tiene órganos reproductores masculinos y femeninos, se auto poliniza y, por lo tanto, no requiere ninguna intervención de insectos. La fertilización ocurre cuando la semilla masculina se fusiona con la célula ovárica hembra en el ovario de la planta.

El desarrollo de la inflorescencia depende en gran medida de las condiciones climáticas: las temperaturas más altas pueden acelerar su desarrollo, pero la lluvia o una fase repentina de calor también pueden causar la aparición de flores y bayas más pequeñas, como en el recién caso de lluvias de las últimas semanas, que ha retrasado este proceso.

Hablamos de un fenómeno fascinante tanto para los expertos como para los aficionados. Los viñedos están actualmente caracterizados por un agradable perfume, un olor intenso y delicado, que nos hace perder la noción del tiempo, del espacio, y nos libera del estrés cotidiano. Un perfume del cual nunca más queremos prescindir y que el resto del año extrañaremos algo tan celestial, imposible de explicar con palabras y que simplemente hay que percibirlo.